13 de enero de 2011

Promesas Divinas

En mi vida cotidiana, a veces soy renuente a compartir cosas íntimas o en las que debo mostrarme vulnerable. Pero también creo que expresar los sentimientos, lejos de hacerme débil, me hace más fuerte, porque me permite sacar de mi interior eso que duele o que lastima.

Ayer me sentía un tanto cabizbaja porque me preguntaba si podría ver crecer algún día a mi familia, o si Amín y yo podremos realizar nuestros sueños. No sé si solo soy yo o a muchos de les pasa lo mismo. Hay días en los que simplemente siento que nuestras expectativas son muy altas para poder ver los resultados que esperamos.

No creo que exista remedio más efectivo para combatir estos sentimientos que buscar las respuestas y el consuelo en el ser que nos creó y que sin duda alguna nos ama y desea que experimentemos las mejores cosas en ésta vida.

Busqué consuelo como siempre en la palabra de Dios, y créanme que cuando uno tiene una gran sed de paz o de esperanza, Dios nos las provee abundantemente y de la manera más simple, mágica y sorprendente. Algunos los llaman milagros, pero la verdad es que solo son acontecimientos que ocurren cotidianamente en este mágico planeta bajo el sol.

Ésta técnica me la enseñó mi madre desde pequeña, y siempre me funciona, pero hay que tener fe. Después de orar por respuestas, abres la Biblia al “azar” y empiezas a leer ahí mismo.

Dios vino hoy a mí con las palabras más dulces, perfectas y maravillosas que solo de un Padre se puedan escuchar:

¡Dichoso el que venera al Señor, el que anda en sus caminos!
¡Comerás del trabajo de tus manos, serás dichoso y todo te irá bien!
Tu esposa será como vid fructífera en la intimidad de tu casa,
Tus hijos como brotes de olivo alrededor de tu mesa.

Así será bendecido el hombre que respeta al Señor”.
Salmo 128: 1-4

¡Alabado sea Dios por sus benditas y perfectas promesas!

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