28 de agosto de 2010

¡Felíz Aniversario!

Era un frío día de invierno de sábado por la mañana. Mi atuendo parecía de señora de 50 años, jersey de manga larga y cuello de tortuga, falda de lana hasta media pierna, mayas y botas altas hasta la rodilla. Mas bien parecía una ridícula señora mal vestida para un día de iglesia. Sin embargo, a él le pareció ver a una alta e interesante muchacha, y no se fijó en mi ropa, ¡creo!

Me había acostumbrado a conocer todo tipo de muchachos cada semana. Cada uno parecía una oportunidad de entablar una conversación que luego se convirtiera en otra, luego en una cita, y asi sucesivamente hasta el día de la boda. Si, lo dije bien, BODA. En mi iglesia no es bien visto que una se case con un hombre que no pertenece a ésta. Así que cada muchacho que conocía, no importaba lo mucho o poco atractivo, o lo poco en común que tuviera con ellos, tenía que representar mi posible futuro marido. El cien por ciento de las veces ellos resultaban casados o comprometidos, para mi -agridulce- des-fortuna?

Asi que - habituada a esto- esa mirada tan insistente ya no me intrigaba, por lo que decidí ignorar por completo su presencia.

Para la hora de la comida, me habían presentado ya a Amin. Y desde entonces, segura de que no volvería a toparme con unos ojos tan hermosos y de mirada tan dulce.

Han pasado ya seis años y sigo pensando que la mirada de Amin, mi tierno y adorado esposo, es con la que quiero seguir despertando por el resto de mis días. Te amo mi vida.

12 de agosto de 2010

Tu hogar está donde está tu corazón

Ayer salí al mediodía para ir de visita a la casa de mi mamá. Amo en serio este recorrido de una hora y media que hacemos para llegar. A pesar de que son los mismos paisajes, siempre puedo ver algo nuevo en ellos. Algo que me sabe diferente. La ciudad, sus automóviles y ruido han quedado atrás.

Las lluvias han traído consigo sus bondades y han sembrado vida y belleza por doquier. Los campos rebosan de vegetación. El paisaje es una inmensa alfombra verde cubierta con extensos y coloridos tapetes de flores rosas y amarillas. Las nubes se levantan sobre la tierra como grandes montañas. El sol sonríe y brilla intensamente. ¡Mi corazón no puede estar más feliz!

Empezamos a descender y de repente nos encontramos con un paisaje completamente diferente. Estamos rodeados de montes poblados de cactus, y ya veo el majestuoso cañón en cuyo corazón corre el Río Venados. Ésta zona fue declarada hace apenas nueve años como una Área Natural Protegida, con el Carácter de Reserva de la Biosfera Barranca de Metztitlán . Por tal motivo, está prohibido cazar o extraer cualquier tipo de cactácea. Es maravilloso ver miles de altos y vigorosos órganos. Simulan regimientos de soldados vestidos con sus trajes militares.

Al fondo del cañón ya se ve el puente que atraviesa el Río Venados. Mientras seguimos descendiendo siento como si los cerros me saludaran. Este es un lugar muy familiar para mí, ya que nací y viví aquí por dieciocho años. Crecí disfrutando de hermosas puestas de sol sobre esas montañas.

Empecé a recordar cuando corría a subirme a la azotea de mi casa para tenderme boca arriba y pasar horas observando el cielo azul, tratando de hallarle figuras a las nubes. Mis favoritos eran los elefantes, los leones y las jirafas, que siempre andaban por ahí. Hoy sigo teniendo ese divino pasatiempo. El estar al ras del suelo desaparece el paisaje terrestre, y la sensación de estar solos el cielo, las nubes, Dios y yo, es lo más delicioso que existe. De verdad.

Cuando pasamos por el puente siento cierta melancolía. Me acuerdo que un día el río subió excesivamente de nivel, y se llevó la mayoría de los nogales que vivían en su rivera, dejando solo piedras a su paso. Mis hermanos y yo adorábamos correr y jugar bajo esos árboles. A veces también nos ganábamos algunos pesos recogiendo nueces para el dueño. Los fines de semana y todos los periodos vacacionales eran de ley pasarlos nadando en el río.

Faltando unos dos kilómetros para llegar, ya se ve el pueblito con su reloj monumental de casi cien años, su iglesia pintada de blanco y su vasta vegetación. Todo aquel que llegue de visita se sentirá atraído al ver que éste luce como adornado con ramilletes de buganvilia ya que es una flor que abunda aquí. Supongo que lo que atrajo a mi papá de aquí fue esa vegetación, el clima y la tranquilidad que se puede sentir. Siempre fue su sueño tener una casa en éste lugar.

Me doy cuenta de que éste trayecto inició en la ciudad -el lugar en el que ahora vivo y en donde decidí formar mi propia familia. Pasé por donde viví la más hermosa infancia al lado de mis padres y hermanos. Llegué hasta donde ahora solo viven mi madre y mis dos hermanos. En este punto, me pregunto ¿Cuál es mi verdadero Hogar? Agradeciendo a Dios por haberme permitido llegar a casa, finalmente concluyo que. . . mi hogar está donde está mi corazón. .