22 de noviembre de 2014

Todo es pasajero


Hace varios días descubrimos con mucha sorpresa que nuestra Sophie era en realidad un niño, por lo que lo dejamos salir algunas noches. Pero en esas luchas de gatos, donde los más viejos siempre ganan, salió lastimado de una manita. El veterinario dijo que para evitar infecciones era mejor hacer curaciones y cortar el pelo de la zona. Entre el estrés que le causó la visita a la clínica, la anestesia, las curaciones, y los medicamentos que hay que administrarle a lo largo del día, está el causado por pasar noches enteras llorando queriendo salir de la casa. Por las enfermedades que hay afuera y por los riesgos para él, no lo dejaremos salir más a convivir con otros gatos. Ayer vi el dolor en los hermosos ojos azules de una preciosa siamesa blanca, a causa de la leucemia en etapa final y se me rompió el corazón en mil pedazos.

Hoy, las heridas de mi bebé sanan poco a poco, y no cojea mas. Imagino el alivio que debe de sentir, pues al igual que él siempre me rijo por la filosofía de que en la vida a veces es necesario lidiar con días grises, dolorosos y fastidiosos, pero todo es pasajero. Como dice el dicho no hay mal que dure cien años, y un día cuando menos lo esperas todo va mejor. Esta noche fue la luna la que nos trajo esta  deliciosa paz que se siente en casa.

Casi al terminar de escribir este post, Fofi -ahora con “F”- acicala con serenidad y alivio su pelaje mientras descansa en su camita acolchada, y disfruta de su música relajante favorita, una que le he encontrado en youtube especialmente para gatitos. No sé si la disfruto yo más que él, pero lo cierto es que adoro como en este momento duerme ya feliz con su pequeño y frágil cuerpecito enroscado en él mismo. Duerme tranquilo, mi niño, duerme que mañana el sol brillará y podremos jugar y reír. Duerme que mañana volveremos a empezar.