22 de enero de 2011

Lo siento mucho

Ayer, como todos los viernes, tuve un excelente día en la ciudad, solo que nuevamente llegué con un gran malestar estomacal. Llegué a la oficina y mientras me sentaba para relajarme y respirar profundamente, vi que en mi sillón había una bolsa de plástico, la cual despedía un muy mal olor.

Lo que había dentro me tuvo el resto del día y el siguiente, sumida en la angustia. Resulta que había olvidado que mi jefe llegaría este día de su viaje de Cancún, y que le había pedido que me trajera caracoles y una estrellita de mar para decoración.

 Desenvolví el regalo y me fui de espaladas al ver que eran unas pocas de estrellitas de mar. ¡Muertas! ¡Santo Dios!, esas estrellitas estaban ahí para complacerme, así que yo era la culpable de que yacieran ahí sin vida, y un poco blandas todavía. No lo podía creer. Me senté para recuperarme del shock, pero empecé a llorar frenéticamente. Sentía un fuerte dolor en el pecho, y me entró una desesperación al no poder hacer nada para devolverlas al mar. Como una loca empecé a hablarles -¡como si ellas hubieran podido escucharme!- ¡Lo siento, lo siento tanto! ¡Perdón, perdónenme por favor! Como todo en la vida, el pedir perdón no remedia nada.

Primero pensé que debí haber aclarado a mi jefe que quería una estrella ya disecada o solamente una figura de resina. Pero enseguida supe que nunca debí haber pedido nada. Aunque soy amante de la playa y de todo tipo de motivos marinos, juro que prefiero tenerlos en fotos y en figuras. Me sentía tan mal y tan culpable, que llegué a la casa y solo podía pensar en las pobres estrellitas. No tenían por qué morir ni viajar tan lejos. Ahora no había ninguna forma de que regresaran a casa.

Como castigándome a mi misma, me fui temprano a la cama, sin cenar.

Ahora que estoy más tranquila, tristemente me doy cuenta de que esas criaturitas vinieron hasta éste lugar solo para darme una dolorosa lección y enseñarme que:

1. No existe nada debajo del cielo que pueda librarnos de las consecuencias de nuestras malas decisiones. No importa que tan grandes o insignificantes parezcan, si no han sido responsable y perfectamente bien pensadas, el resultado puede ser catastrófico.

2. Y que no basta con decir que amo a los animales, también es necesario que piense concienzudamente en ellos, y aprovechar cada oportunidad que se presente para ayudarlos, y mejor aun, encontrar y apartar el tiempo necesario para hacerlo.


A mis estrellitas: siempre las voy a recordar con cariño y con respeto. Y nunca olvidaré lo que vinieron a enseñarme.

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