16 de septiembre de 2011

Cuando mi Sueño Americano se volvió Mexicano

Estaba ahí, haciendo fila con un paquetito de documentos en mi mano. Por fin, la chica de la ventanilla me llamó y comenzó a revisar mis papeles. Con un español muy fluido me preguntó si llevaba alguna carta firmada por mis padres ya que aun no cumplía los 18. Sentí que pasaron como diez minutos antes de contestar, y entonces recordé cuando le dije a mi mamá que solo necesitaba de su bendición y algo de dinero para viajar a los Estados Unidos. Siempre fuí tan independiente que en mi inocencia creía que podía hacer cualquier cosa que me propusiera contando sólamente con el apoyo de mi madre, que desde que me acuerdo siempre me lo dió para todo. ¿Trae la carta o vienen sus padres con usted? me volvió a preguntar, fué cuando reaccioné y le contesté, con una gran sonrisa confiada, que no llevaba nada de eso ya que en solo un mes cumpliría los 18 años. Ah, ok, me dijo sonriendome también. Después de unas cuantas preguntas más, me pidió que me sentara y que esperara.

Cuando mis amigas, que hacían fila en otras ventanillas vieron que fuí a sentarme brincaron de gusto y me hacían señas y me gritaron calladamente que la había obtenido. ¿Obtener qué?, pregunté, -Pues tu visa, eso significa que ya te dieron tu visa. Me encogí de hombros y pensé "¡Qué bien, pues no vine por otra cosa!" ;).

En el pasado, para tramitar una visa solo tenías que presentarte, hacer fila, y en ese momento te la otorgaban o te la negaban. Desafortunadamente ese día mis amigas no la obtuvieron, pero aún asi, se alegraron por mi.

Había estado viviendo cerca de Monterrey, con el fin de obtener una beca para entrar a la Universidad de Montemorelos, N.L., pero después de un mes me dí cuenta de que el clima extremoso y yo nunca nos llevaríamos bién, asi que decidí olvidarme de la escuela y pensar en otra cosa.

Esa misma semana, me subí a un autobús con rumbo a Texas. De ahí tomaría otro que me llevaría hasta Minnesota para llegar a vivir con mis dos hermanos. Viajé de madrugada y llegué a una terminal a las afueras de no se qué lugar, pero era muy temprano. Mi primo, José, que vive en Garland, Tx. fué por mi para llevarme a su casa y pasar unos días ahí. Nunca se me va a olvidar que cuando nos subimos a su auto en la radio sonaba Mmmbop de The Hanson, ¿la recuerdan? ja ja ja, sabía que por fin estaba en "gringolandia", ó en la "tierra de los sueños", como algunos le llaman. Mientras íbamos en carretera acercándonos a la ciudad de Dallas, veía como los edificios se acercaban cada vez más, como si fueran creciendo. Todo me parecía increíble, ya saben, la ciudad,  el órden, la limpieza, todo perféctamente organizado y en su lugar, ¡qué bien!.

Después de un mes, tomé otro autobús con dirección a Minneapolis, MN. Una partecita de mi corazón estaba allá y moría por llegar. Cuando llegué, ya no me pareció todo tan "increíble", y de hecho estuve una semana deprimida. Luego, me levanté, busqué hacer amigos y pronto me sentí como pez en el agua.

No tenía ningún plan definido todavía, asi que algo tenía que hacer mientras tanto. Trabajar enoblece al ser humano, y eso es lo que empecé a hacer. La vida por allá estaba "solo bien". Tenía amigos, un "american boy" como novio, y algunos planes.

Vivíamos en un departamento en el 20° piso o algo así, teníamos un balcón y una magnífica vista hacia la ciudad, y el Metrodome de los Vikings de Minnesota. Esta es mas o menos la vista que teníamos, la verdad me encantaba.




El tiempo pasó y fué precísamente en un día como hoy, que tomé el teléfono y llamé a casa. Mi familia estaba reunida. Un día antes por la noche les había llamado y se encontraban todos juntos, felices y celebrando las fiestas patrias. Lloré, y lloré con amargura. Al día siguiente, yo me encontraba hablando por teléfono desde ese balcón. Deseaba con todo mi corazón estar con ellos.

Después de colgar, me puse a reflexionar si tenía sentido estar tan lejos de mi familia, en un país donde toda mi vida me sentiría extranjera. Mi novio, Ken,  era un hombre de lo más cool, y me llevaba de maravilla con él, y no pretendía dejarlo asi como así, pero me preguntaba ¿Acaso deseo hacer mi vida aquí, lejos de casa, ó casarme con un hombre que tiene nombre de muñeco y tener hijos con apehido extranjero?

Me dí cuenta de que era en México donde tenía algo que valía mucho más que el oro y que cualquier sueño extranjero: a mi familia. Sabía que no podría vivir jamás separada de ellos, porque sin ellos siempre le iba a hacer falta un gran pedazo a mi corazón. 

Tomé un autobús de regreso, y le prometí a Ken que regresaría, solo para no dejarlo tan afligido. Mi hermano Germán me acompañó hasta mi asiento del autobús, se le salieron unas lágrimas y me dijo que deseaba con toda su alma regresarse conmigo.

Llegar a México fué como llegar a casa, como cuando te vas de viaje y encuentras un poco desaseado o desordenado pero aún así, no hay un lugar en el planeta entero donde desees estar más.

Agradezco a Dios por haberme permitido nacer en un país donde la familia ocupa el lugar más importante, y agradezco infinítamente más por hacerme el sueño realidad de estar todos juntos otra vez . .  En CASA.


¡Qué sigan disfrutando y celebrando, a su familia!

Abrazos

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